sábado, 20 de junio de 2009

Ideas de... Psicología de las Masas y Análisis del Yo


I.- Introducción
La psicología individual es desde un principio una psicología social, existen una inseparabilidad, ya que la vida anímica individual el “otro” cuenta, como modelo, objeto, auxiliar o adversario. La psicología no sólo estudia fenómenos narcisistas (que no involucran al “otro” o eluden su influencia) sino también fenómenos sociales, las relaciones con familiares, con padres, hermanos, el médico, el amigo.
La psicología social o colectiva tiende a ver al individuo como parte de un grupo amplio,los padres y hermanos, con la persona amada, el amigo, el maestro y el médico, el individuo experimenta el influjo de una persona única o un número muy pequeño de ellas, cada una de las cuales ha adquirido una enorme importancia para él.
Se han intentado explicar los fenómenos de masa (grupos amplios) a partir de un instinto pulsión social. El factor de grupos muy grandes no explica por sí solo este instinto social, por lo que nos quedan considerar dos posibilidades: que dicho instinto social no es un instinto primario e irreductible, y que su origen debemos buscarlo en grupos más pequeños como la familia.

II.- Le Bonn y su descripción del alma de las masas:

La psicología de las masas trata de responder tres preguntas:
¿Qué es entonces una masa?
¿Qué le presta la capacidad de influir tan decididamente sobre la vida anímica del individuo?
¿En qué consiste la alteración anímica que impone a este último?
Le Bon señala que al encontrarse los individuos en masa pierden sus características “originales” y son dotados de un “alma colectiva” que haría a cualquier hombre perteneciente a ella sentir, pensar, obrar de manera distinta. Esta sustituye, de alguna forma, a muchas de estas características del individuo. La personalidad individual desaparece y cada individuo empieza a actuar a partir de una fuerza inconsciente de tipo social o colectivo.
Le Bon descubre nuevas propiedades en la masa. Aparecen nuevas cualidades e intenta explicar sus causas:
La primera de estas cusas tiene que ver con el sentimiento de invencibilidad y se vincula con la desaparición del sentimiento de responsabilidad. En la masa puede exteriorizar sus mociones pulsionales inconscientes de su disposición que reprime aislado, ya que desaparece la conciencia moral cuyo núcleo es la angustia social.
Como segunda causa establece el contagio de sentimientos y actos. Se aplaza el interés personal por el de la masa. El contagio hace que en las masas los rasgos especiales se exterioricen y los oriente.
La tercera es la sugestionabilidad de la cual el contagio sería un mero efecto. Para Le Bon los rasgos principales del individuo que integra una masa son “la desaparición de la personalidad consiente, de los sentimientos e ideas en el mismo sentido por sugestión y contagio, y la tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas. El individuo deja de ser él mismo, se ha convertido en un autómata carente de voluntad.”.
Le Bon compara la multitud con los hombres primitivos y los niños. Encuentra elementos en común: la multitud es impulsiva, versátil, irritable, se deja llevar casi siempre por el inconsciente, es muy influenciable y crédula, y va rápidamente a los extremos porque reacciona sólo a estímulos muy intensos. Para influir sobre ella no nos sirve el argumento lógico sino la repetición y la presentación de imágenes llamativas. Las contradicciones lógicas e ideas contrapuestas pueden coexistir sin problemas.La masa no busca la verdad sino la ilusión, y cree en el mágico poder de las palabras. Todo esto también aparece en el neurótico, que privilegia la fantasía sobre la realidad.
Señala además que la multitud necesita un jefe o lider por su necesidad de obedecer, éste debe tener ciertas cualidades: mucha fe para poder hacer surgirla también en la multitud, encontrarse fascinado por la creencia que promueve, una voluntad potente para imponerse, etc. Le Bon atribuye a los jefes una cualidad llamada “prestigio”, o poder de fascinar a los demás paralizando sus facultades críticas. Hay para Le Bon un prestigio adquirido (en virtud de la riqueza, la honorabilidad, la tradición, etc.) y un prestigio personal (que no todos tienen). El prestigio se mantiene sólo por el éxito y sucumbe al fracaso. Freud criticará esta concepción sobre los jefes de multitudes.

III.- Otras concepciones de la vida anímica colectiva

En la masa hay aumento del afecto y decrecimiento del pensamiento porque los individuos que la forman tienden a nivelarse.
Freud coincide con Le Bon cuando acentúa la vida anímica inconsciente, pero en rigor no dice nada nuevo: antes de esto ya se había hablado de la inhibición de lo intelectual y la intensificación de lo afectivo en la multitud, e incluso del papel del inconsciente y de la comparación de la masa con el hombre primitivo.
Le Bon aceptó ciertas objeciones, como la de que a veces la moral de la multitud puede ser superior a la individual . Se imponen normas morales a los individuos ya que éstos no pueden alcanzarlas por sí solos. También se planteó que las grandes producciones intelectuales ni habrían podido ocurrir en un individuo aislado.
Tales contradicciones derivan de confundir masas pasajeras con instituciones permanentes.
Mc Dougall señala que las primeras no están organizadas y las llama multitudes, mientras que las segundas sí. La psicología colectiva debe poder explicar qué es lo que enlaza a los individuos en una masa, y Mac Dougall señala que un afecto provoca otro similar en quien lo observa. Esta intensificación del afecto se favorece porque da al individuo la sensación de mucho poder, y de permitirle sortear peligros invencibles.
Mac Dougall coincide en muchos puntos con Le Bon respecto de las características antes indicadas de las multitudes, pero agrega cinco factores que deben considerarse para pasar de la multitud desorganizada a una organización social:
1. Cierto grado de continuidad en la persistencia de la masa; de no debe ser pasajera, sino más permanente.
2. Representación común acerca de la masa que permita la formación de un vinculo afectivo entre los sentimientos.
3. La masa debe relacionarse con otras análogas (aunque sea por rivalidad), pero manteniendo su peculiaridad.
4. La masa debe tener una tradición y usos propios.
5. La masa debe estar organizada, debe incluir una especialización entre sus miembros. Podemos describir esta última característica de otro modo: crear en la masa las facultades que tenía cada individuo (continuidad, conciencia, tradiciones, etc.) antes de su absorción por la multitud.
Tales cinco condiciones harían desaparecer el defecto psíquico de la formación colectiva.

IV.- Sugestión y libido

La intensificación de los afectos y el déficit intelectual producidos por la influencia de la masa pueden quedar en parte neutralizados por una superior “organización” de las masas, pero cuando no lo están, debemos buscar una explicación adecuada, dice Freud.
Le bon señala que los fenómenos sociales obedecen a la sugestión recíproca de individuos y al prestigio del líder. A su vez McDougall señala como factor principal la sugestionabilidad, que es un fenómeno primario, un hecho fundamental de la vida anímica.
Freud se pregunta por qué siempre nos entregamos al contagio en una multitud. La respuesta para él está en la sugestión.
Le bon señala que los fenómenos sociales obedecen a la sugestión recíproca de individuos y al prestigio del líder. A su vez McDougall señala como factor principal la sugestionabilidad, que es un fenómeno primario, un hecho fundamental de la vida anímica.
También se pregunta si en la masa hay relaciones afectivas (amorosas)?. La respuesta es sí. Aparecería en los individuos detrás de la sugestión y por dos razones
a) Porque la masa tiene que hallarse mantenida en cohesión por algún poder –Eros-
b) Porque el individuo renuncia a lo que le es personal y se deja sugestionar por otros experimentando la impresión de que lo hace por la necesidad de hallarse de acuerdo con ellos y no en oposición a ellos, por amor a los demás… pulsión social.
Admitiremos la hipótesis de que en la esencia del alma colectiva existen también relaciones amorosas, ocultadas detrás de la llamada “sugestión”. Consideramos dos ideas importantes: que la masa se mantiene unidad por la fuerza del Eros, y además que cuando el individuo renuncia a su individualidad dejándose sugestionar por otros, lo hace más por estar de acuerdo con ellos (por “amor” a ellos), que contra ellos.

V.- Dos masas artificiales: la Iglesia y el Ejército

Pueden distinguirse muy diferentes tipos de masas como orientaciones opuestas en su conformación. Efímeras o duraderas; homogéneas y no homogéneas; naturales y artificiales, primitivas y articuladas, organizadas, con o sin conductor. La distinción que más interesa a Freud es la que diferencia masas con conductor de masas sin él.
La Iglesia y el Ejército son masas artificiales, en estas se emplea alguna compulsión externa para prevenir su disolución encontrándose por ello altamente organizadas y disciplinadas.
Se encuentra en estas una misma ilusión: la presencia de un jefe visible -jefe en el Ejército- o invisible –Cristo- que ama igualmente a todos lo miembros de la masa (la concepción cristiana). De tal ilusión depende todo, hasta su misma existencia, de otro modo se disgregaría, no permanecería unida. En el ejercito, el general en jefe es el padre que ama por igual a todos sus soldados, y por ello éstos son camaradas entre sí; idénticamente en la Iglesia, en donde Cristo ama a todos los hombres y éstos –hermanos- se aman entre sí.
En las dos masas artificiales el individuo tiene una doble ligazón libidinosa: con el conductor y con el resto de los individuos. Acá podemos ver, lo que para el autor es el principal fenómeno de la psicología de masas: la falta de libertad del individuo dentro de ellas. Freud indica que “si todo individuo está sujeto a una ligazón afectiva tan amplia en dos direcciones, no nos resultará derivar de ese nexo la alteración y la restricción observadas en su personalidad.
La existencia de estos lazos afectivos se demuestra de buena forma por el pánico, el que puede estudiarse mejor en las masas militare, como constituyentes esenciales de ésta.
El pánico es generado por la disolución de la masa. El término de los lazos recíprocos libera una angustia enorme, sin sentido. Freud señala que el por qué de esta angustia radica en que los individuos, dominados por la angustia pánica, se ponen a cuidar de ellos solos, refrendan comprender que han cesado las ligazones afectivas que hasta entonces les rebajaban el peligro. La angustia pánica supone el aflojamiento de la estructura libidinosa de la masa y esta reacciona justificadamente ante él, y no a la inversa, implica una reacción al peligro en el sentido de la angustia pánica. Cabe mencionar que estas observaciones se contradicen a lo planteado respecto de que la angustia crece enormemente en la masa por inducción (contagio)
Y en relación con el conductor, Freud señala que “la pérdida, en cualquier sentido, del conductor, el no saber a qué atenerse sobre él, basta para que se produzca el estallido de pánico, aunque el peligro siga siendo el mismo; como regla, al desaparecer la ligazón de los miembros de la masa con su conductor, desaparecen las ligazones entre ellos, y la masa se pulveriza.
En el caso de la masa religiosa, se indica que su descomposición es más difícil de observar. En la religión lo que sí es más observable es la estimación negativa y hostil hacia los que no pertenecen a ella.

VI.- Otras Tareas y Orientaciones

Una multitud de seres humanos no es una masa hasta que se den ciertos requisitos como los lazos. Los lazos del individuo con el jefe son más decisivos (al menos para ellos mismos) que los lazos de los miembros entre sí. El jefe siempre está ahí, y puede que se sustituya por una idea; algo abstracto, que a su vez podría encarnarse en un conductor secundario. También hay que tener en cuenta que el conductor o la idea pueden volverse negativos y guiar a las masas a realizar fines negativos. El odio de las ligazones es tan fuerte como el afecto.
En nuestras relaciones afectivas íntimas y prolongadas (matrimonio, amistad, familia.) surgen sentimientos de hostilidad y agresión la cual es reprimida. Hay una aparición del narcisismo, “Los otros son distintos a mí, y esto lo siento como una crítica que me hacen o una obligación para que yo cambie”. Pese a esto, en las masas cohesionadas hay tolerancia a las diferencias entre los miembros, lo que se explica por la presencia de lazos libidinales que limitan al narcisismo.
Los lazos afectivos que se dan en la masa -colectivamente- restringen en aparecimiento de egoísmos, del narcisismo, son instintos eróticos pero desviados de su fin original, que era sexual. En estos lazos afectivos existe una fijación de la libido a un objeto. Esto está vinculado a el enamoramiento y la identificación.

VII.- La identificación

Es la más temprana exteriorización de ligazón originaria afectiva con otra persona y está en la base del complejo de Edipo. A la vez comienza una investidura de objeto de la madre; hay dos tipos de lazos psicológicos; con la madre, investidura sexual de objeto y con el padre identificación como modelo. Cuando se unen estos lazos estamos en presencia de este complejo.
El niño advierte que su padre le dificulta su relación con la madre, por lo que la identificación adquiere un matiz hostil y empieza a desear el lugar del padre para estar más cerca de su madre. Desde el comienzo es una identificación ambivalente, conviven expresiones de ternura o de deseo de eliminación. Se comporta como un retoño de la fase oral, donde incorporaba el objeto amado o ansiado, y así lo destruía. Los caníbales por ejemplo han permanecido en esta fase oral: comen a quienes aman.
Puede ocurrir que el complejo de Edipo experimente una inversión y que identificación y elección de objeto choquen entre sí. La identificación con el padre puede que sea sólo el comienzo de tomarlo como objeto sexual (Edipo invertido). Esto mismo sucederá a la hija respecto de la madre. Podemos entonces diferenciar su identificación con el padre, lo que el quiere ser -quisiera ser como el padre-; de la elección del mismo como objeto sexual que es lo que querría tener. La diferencia depende de que la ligazón ya es posible, por lo tanto, antes de toda elección sexual de objeto, puede haber identificación antes de haber una elección de objeto.
En el caso de una formación neurótica del sistema, la identificación es más compleja. Suponemos que la hija adquiere el mismo síntoma de la madre, la tos. Tal identificación puede venir de dos lugares: a) el deseo edípico hostil de sustituir a la madre, con lo cual la tos expresa el sentimiento amoroso hacia el padre, o b) por la influencia de la conciencia de culpabilidad, donde la tos expresa lo que la hija debe sufrir y pagar por haber querido sustituir a su madre.
O bien, también puede ocurrir que la hija adquiera la tos de su padre –el caso de Dora-: en este caso la identificación ha ocupado el lugar de la elección de objeto transformándose ésta, por regresión, en una identificación. Vemos que es frecuente esta regresión a una identificación, pero esta última es sólo parcial, contentándose con adquirir sólo un rasgo de la persona-objeto.
Aún puede darse un tercer caso, frecuente y significativo, donde el síntoma se forme por identificación con alguien con quien no hay lazo afectivo tan directo. Como ejemplo, la muchacha recibió una carta de su amado secreto, la carta despertó sus celos y ella reacciono con un ataque histérico. Algunas amigas que ya saben este cuento pecaran este ataque por la vía de la infección psíquica. El mecanismo es la identificación sobre la base de poder o querer ponerse en la misma situación. Las otras querrán tener también una relación secreta y bajo el influjo del sentimiento aceptan también el sufrimiento aparejado. La mujer que sufre un ataque de celos porque una amiga tuvo el mismo ataque al advertir el engaño de su pareja. Se identifica con su amiga, y no por mera simpatía, sino porque había algún punto de contacto entre ambos yoes, que había permanecido reprimido. Estos tres casos nos llevan a concluir que la identificación es la forma primitiva de enlace afectivo a un objeto; Siguiendo una dirección regresiva, se convierte en sustituto de un enlace libidinal a un objeto: el yo introyecta el objeto; La identificación puede surgir si hay algún rasgo en común con la otra persona que no es objeto de sus instintos sexuales. Cuanto más importante sea esta unión, más completa será la identificación parcial, y construir así el principio de un nuevo enlace
Este mismo proceso puede ocurrir en los lazos afectivos de miembros de una masa, y de ellos respecto al caudillo. Podemos dar aún dos ejemplos patológicos de introyección de objetos: la homosexualidad y la melancolía.
En la homosexualidad, el sujeto ha introyectado a la madre. Se identificó con ella, lo que a su vez proviene del hecho de haber permanecido fijado durante mucho tiempo a ella, y muy intensamente, desde el tiempo del Edipo. En la melancolía hay una identificación con el objeto perdido. Los autoreproches del melancólicos se dirigen en el fondo hacia el objeto perdido y representan la venganza que se toma el yo contra él. Vemos aquí al yo dividido en dos partes, una de las cuales ataca implacablemente a la otra. La parte atacada encierra la conciencia de moral, instancia crítica que normalmente estaba ya antes del ataque melancólico, pero que por entonces no era tan cruel. Dicha instancia es el ideal del yo (heredero del primitivo narcisismo) que cumple las funciones de auto observación, conciencia moral, censura, etc.

VIII.- Enamoramiento e hipnosis

En ciertos casos el enamoramiento no es más que una investidura de objeto de parte de las pulsiones sexuales con el fin de alcanzar la satisfacción sexual directa, lograda, la cual se extingue. Este es el amor sensual, pero las cosas no son tan simples. Durante los primeros cinco años, el niño encontró en su madre su primer objeto de satisfacción sexual (y la niña en su padre). Posteriormente, por medio de la represión se impuso un renunciamiento a estos fines convirtiéndose en instintos “coartados en sus fines” (ternura en vez de sexualidad).
En la etapa de la pubertad, se inician nuevas aspiraciones dirigidas a metas netamente sexuales. En el niño surgen los impulsos sexuales directos, y entonces pueden ocurrir dos cosas: éstos se mantienen aislados de los impulsos coartados en sus fines (se ama a quien no se desea sexualmente, o no se ama a quien se desea en tal sentido), o se hace la síntesis de amor sexual o terrenal y amor espiritual o asexual (lo más frecuente). El grado de enamoramiento lo medimos entonces por la parte de los instintos coartados en sus fines (por oposición al simple deseo sensual).
En el caso del enamoramiento, llama la atención el fenómeno de la sobreestimación sexual. El sujeto sobreestima sexualmente al objeto amado, lo sustrae a la crítica, se ilusiona de que el objeto es amado también sexualmente por sus excelencias psíquicas, hay una idealización. Al objeto pasa una cantidad considerable de libido narcisista, es decir el objeto sirve par sustituir el ideal propio no alcanzado por el yo. Este ha quedado más humilde, más sumiso, menos exigente y además minusvalorado: el objeto ha devorado al yo o, más sintéticamente, el objeto ha ocupado el lugar del ideal del yo.
Al describir la diferencia entre identificación y enamoramiento en sus expresiones más acusadas, que se llaman fascinación y servidumbre enamorada. En la primera, el yo se ha enriquecido con las propiedades del objeto, lo ha “introyectado”, según una expresión de Ferenczi. En el segundo, se ha empobrecido, se ha entregado al objeto, le ha concedido el lugar de su ingrediente más importante.....En el caso de la identificación, el objeto se ha perdido o se ha resignado; después se lo vuelve a erigir en el interior del yo, y el yo se altera parcialmente según el modelo del objeto perdido. En el otro el objeto se ha mantenido y es sobreinvestido como tal por el yo a sus expensas....la esencia de este estado de cosas está contenida en otra alternativa, a saber: que el objeto se ponga en el lugar del yo o en el ideal del yo.
El trecho que separa el enamoramiento de la hipnosis no es, evidentemente muy grande. Las coincidencias son llamativas. La misma sumisión humillada, igual obediencia y falta de crítica hacia el hipnotizador como hacia el objeto amado. El hipnotizador ha ocupado el lugar del ideal del yo
El hipnotizador es el objeto único, no se repara en ningún otro además de él. Lo que él pide y asevera es vivenciado oníricamente por el yo; esto nos advierte que hemos descuidado mencionar, entre las funciones del ideal del yo, el ejercicio del examen de realidad. Asombra que el yo tenga por real una percepción, la instancia psíquica encargada del examen de la realidad aboga a favor de esta última.
El vínculo hipnótico es una formación de masa de dos. La hipnosis no es un buen objeto de comparación para la formación de masas porque es, mas bien, idéntica a esta. De la compleja ensambladura de la masa ella aísla un elemento: el comportamiento del individuo de la masa frente al conductor.
Es interesante ver que las aspiraciones sexuales de meta inhibida logren crear ligaciones tan duraderas entre los seres humanos. Esto se explica por el hecho que son susceptibles de una satisfacción plena, mientras que las aspiraciones sexuales no inhibidas experimentan, por obra de la descarga, una extraordinaria disminución toda vez que alcanzan su meta. El amor sensual está destinado a extinguirse por la satisfacción, para perdurar tiene que que encontrarse mesclado desde el comienzo con componentes puramente tiernos, vale decir, de meta inhibida o sufrir un cambio en este sentido.
La hipnosis nos resolvería de plano el enigma de la constitución libidinosa de una masa si no contuviera rasgos que hasta ahora se han sustraído de un esclarecimiento acorde a la ratio, en cuanto estado de enamoramiento que excluye aspiraciones directamente sexuales. En ella hay mucho de incomprendido. Contiene un suplemento de parálisis que proviene de la relación entre una persona de mayor poder y una impotente, desamparada, lo cual acaso nos remite a la hipnosis por terror en los animales.
Las elucidaciones anteriores nos han preparado acabadamente para indicar la fórmula de la constitución libidinosa de una masa; al menos, de una masa del tipo considerado hasta aquí, vale decir, que tiene un conductor y no ha podido adquirir secundariamente, por un exceso de “organización” las propiedades de un individuo. Una masa primaria de ésta índole es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo.

IX.- El instinto gregario

Por poco tiempo gozaremos de la ilusión de haber resuelto...el enigma de la masa. No podrá menos que desasosegarnos el advertir enseguida que no hemos hecho, en lo esencial, sino remitirnos al enigma de la hipnosis.
Decir que la masa quedó hipnotizada no resuelve nada, pues sobre la hipnosis sabemos muy poco.
La masa, no tiene iniciativa individual, hay una identidad con los demás, está disminuido lo intelectual e intensificado lo afectivo, y no puede moderarse. Todo esto representa una regresión a una fase anterior, equiparable al salvaje o al niño. Tales caracteres regresivos quedan atenuados en una masa artificial y más organizada.
Por otra parte recordemos que no sólo el caudillo hipnotiza a la masa, sino que también hay una sugestión recíproca de los miembros entre sí.
Buscando una explicación, el autor cita a W. Trotter con el concepto de “instinto gregario” Los fenómenos anímicos que se han descripto en la masa los deriva Trotter de un instinto gregario innato en el hombre como en otras especies animales. Esta proclividad gregaria es, desde el punto de vista biológico, una analogía y por así decir una prosecución del carácter pluricelular; en los términos de la teoría de la libido, es otra expresión de la tendencia de todos los seres vivos de la misma especie, tendencia que arranca de la libido, a formar unidades cada vez más amplias. El individuo se siente incompleto cuando está solo...Oponerse al rebaño equivale a separarse de él, y por eso se lo evitará con angustia. Ahora bien, el rebaño desautoriza todo lo nuevo, lo inhabitual. El instinto gregario sería algo primario, no susceptible de ulterior descomposición.
Trotter consigna la serie de las pulsiones (o instintos) que él acepta como primarias: las pulsiones de autoconservación, de nutrición, sexual y gregaria. Esta última se ve a menudo con la coyuntura de oponerse a las otras...Trotter hace partir, asimismo, del instinto gregaria las fuerzas represoras que el psicoanálisis ha pesquisado en el yo, y por tanto también las resistencias con que el médico tropieza en el tratamiento psicoanalítico. El lenguaje debería su importancia al su actitud para vehiculizar el entendimiento recíproco dentro del rebaño, y sobre él descansaría en buena parte la identificación de los individuos unos son otros.
Para Trotter, no se requiere derivar de otra cosa la pulsión gregaria, pues la define como primaria y no susceptible de ulterior descomposición. Observa de paso que Boris Sidis deduce la pulsión gregaria de la sugestionabilidad, la que es un retoño del instinto gregario.
Se critica a Trotter porque no pone atención al papel del conductor dentro de la masa; Freud lo critica, porque desatiende el papel del caudillo, del papel del conductor dentro de la masa.a saber, que la esencia de la masa no puede concebirse descuidando al conductor.
El instinto gregario no deja sitio alguno al conductor; éste se añade al rebaño sólo de manera contingente.....es posible pulverizar la posición de Trotter en el campo psicológico; vale decir, puede demostrarse que es por lo menos probable que la pulsión gregaria no sea indescomponible, no sea primaria en el sentido en que lo son las pulsiones de autoconservación y sexual.
No es fácil, desde luego, perseguir la ontogénesis de la pulsión gregaria. La angustia que siente el niño pequeño cuando lo dejan solo, es la expresión de una añoranza incumplida, con la cual el niño no se angustia. No se observa en el niño nada de un instinto gregario o sentimiento de masa. Este se forma únicamente cuando los niños son muchos en una misma casa, y a partir de su relación con los padres; y se forma, en verdad, como reacción frente a la envidia incipiente con que el niño mayor recibe al más pequeño. Aquél, por celos, querría sin duda desalojar al recién llegado. En vista de que este niño es amado por los padres de igual modo, y por la imposibilidad de perseverar en su actitud hostil sin perjudicarse, es compelido a identificarse con los otros niños, y así se forma en la cuadrilla infantil un sentimiento de masa o de comunidad, que después, en la escuela, halla su ulterior desarrollo.
La primera exigencia de esta formación reactiva es la de la justicia, al trato igual para todos. Conocidas son la vehemencia y el rigor con que esta exigencia se expresa en la escuela. Si uno mismo no puede ser el preferido, entonces ningún otro deberá serlo. Esta trasmudación y sustitución de los celos por un sentimiento de masa en el cuarto de los niños y en el aula escolar podría juzgarse inverosímil si más tarde, y bajo otras circunstancias, no volviera a observarse el mismo proceso.....Competidores enun momento que posterioemnete actúan como masa unitaria hacia el mismo objeto.
Lo que más tarde hallamos activo en la sociedad en calidad de espíritu comunitario, no desmiente este linaje suyo, el de la envidia originaria. Ninguno debe querer destacarse, todos tiene que ser iguales y poseer lo mismo. La justicia social quiere decir que uno se deniega muchas cosas para que también los otros deban renunciar a ellas o, lo que es lo mismo, no puedan exigirlas. Esta exigencia de igualdad es la raíz de la conciencia moral social y del sentimiento del deber. Inesperadamente, se revela en la angustia de infección de los sifilíticos....La angustia de estos pobres diablos proviene de su violenta lucha contra el deseo inconsciente de propagar su infección a los demás; en efecto, ¿porqué debían estar infectados ellos solos, y apartados de tantos otros?.
El sentimiento social, descansa, pues en el cambio de un sentimiento primero hostil en una ligazón de cuño positivo, de la índole de una identificación. Hasta donde hoy podemos penetrar este proceso, dicho cambio parece consumarse bajo el influjo de una ligazón tierna común con una persona situada fuera de la masa.
Pero no olvidemos que la exigencia de igualdad de la masa sólo vale para los individuos que la forman, no para el conductor. Todos los individuos debe ser iguales entre sí, pero todos quieren ser gobernados por uno. Mucho iguales, que pueden identificarse entre sí, y un único superior a todos ellos: he aquí la situación que hallamos realizada en la masa capaz de sobrevivir. Osemos por eso corregir el enunciado de Trotter según el cual el ser humano es un animal gregario, diciendo que es más bien un animal de horda, el miembro de una horda dirigida por un jefe

X.- La masa y la horda primitiva

Freud adoptó la hipótesis de Darwin de que la forma primitiva de la sociedad humana fue una horda sometida al dominio total de un poderoso macho. Luego, con su muerte violenta la horda paterna pasó a ser una comunidad fraternal.
Toda masa humana es una regresión a la horda primitiva. ¿Qué características tenía esta última? Podemos suponer que sus individuos tenían la ilusión que el jefe los amaba por igual a todos, y que el jefe mismo no necesitaba amar a nadie, pudiendo erigirse en dueño y señor narcisísticamente. Este padre de la horda no era aún inmortal (luego lo fue por divinización), y cuando murió lo reemplazó el hijo menor. Esto implica que se puede explicar la psicología colectiva (jefe) desde la psicología individual (el hijo menor había sido hasta entonces un individuo más de la masa). Se nos ocurre al respecto la hipótesis de que el padre primitivo impedía a sus hijos la abstinencia sexual (por celos e intolerancia) y como consecuencia posibilitada los lazos afectivos primero entre él y los miembros, y luego de los miembros entre sí.
Pero su sucesor podía permitir la satisfacción sexual, con lo que disminuyó la importancia de los instintos coartados en su fin y consiguientemente aumentó el narcisismo. Freud vuelve sobre esto más adelante.
La ilusión de la masa artificial de que el jefe ama por igual a todos no es más que una transformación idealista de la horda primitiva donde los individuos se sentían todos por igual perseguidos y atemorizados por el jefe. El clan totémico reposa en esta transformación, que también constituye la base de todos los deberes sociales.
Vemos aquí un símil con la hipnosis: el jefe hipnotizador controla con su mirada al individuo, haciendo que este concentre toda su energía psíquica en él. Cuando hipnotiza, hace retrotraer al sujeto a su herencia arcaica, a su vínculo con su padre, que era una persona omnipotente y peligrosa a la cual debía someter su voluntad. Denotando la actitud del individuo de la horda primitiva respecto de su padre, adoptando se solo una actitud pasiva masoquista resignando la propia voluntad. La hipnosis es solo un juego, una renovación falsa de aquellas viejas impresiones.
El carácter ominoso y compulsivo de la formación de masa, que sale a la luz en sus fenómenos sugestivos, puede reconducirse hasta la horda primordial. El conductor sigue siendo el temido padre primitivo, y la masa está ávida de autoridad, de someterse a él. Este convencimiento, para que haya sugestión, debe basarse en lazos eróticos y no en la percepción o el razonamiento. En cambio en la hipótesis puede quedar un cierta conciencia de que se trata de un juego, una ficción.

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